jueves, 31 de julio de 2008

He comprado los dos helados más caros de mi vida.

El martes pasado quedé de verme con G..., una de mis mejores amigas de la prepa. Por razones extrañas terminamos viéndonos en un lugar y a una hora diferentes a los previamente establecidos.
Como es usual en este tipo de reuniones, el protocolo dicta que hay que hacer una especie de recuento, recuperación de datos e información; ese mal hábito de tener que ponerse al corriente con el otro...
Yo casi siempre tengo poco que contar: que si ya terminé la carrera, que por ahora me dedicó a no hacer nada; ¿será un problema de desmemoria o que simplemente soy muy aburrido?
Hoy V... me preguntó si yo era una persona que habla o escucha. La verdad es que siempre he pertenecido a las que escuchan, creo que soy mejor para eso que para hablar de mi, no me sale; a veces ni contar los chistes me sale bien. Soy un mal cuenta-cuentos.
En fin, platicando con G..., riendo y recordando a mucha de esa gente que solía pertenecer a nuestro círculo de amigos en común, caímos en cuenta de que mucha de esa gente ya dejó de ser amiga, o que a nuestro alrededor ya hay muchos amigos y ex-amigos casados (algunos hasta divorciados). Eso pesa de alguna manera. Hace que se sienta más la edad.
Yo no me casé, la "oportunidad" pasó, y por ahora ya no siento ni siquiera la intención de hacerlo a futuro. Consecuencia normal supongo.

Pronto, se supone, veré a otro grupo de amigos, entre los que también ya hubo matrimonios, rupturas y enemistad. Definitivamente estoy en eso de recuperar no sólo datos, sino viejas amistades.

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De alguna manera le temo menos a la soledad ahora, pareciera que en algún punto aprendí a vivir conmigo mismo y nada más. Por ahora mi mayor preocupación es dejar el nido.

miércoles, 23 de julio de 2008

Preocupaciones.

Tan claro por un momento y de repente la duda.
Había ofrecido algo y no pude darlo: el miedo, la vergüenza o quién sabe qué me paralizó; intenté no salirme mucho de la pauta que yo mismo dí, pero fue más que obvio que al tener que arreglar, corregir o adornar tanto la forma, probablemente rompí todo el esquema.

Tendré que enmendarme...

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A ratos me siento como"entre la espada y la pared", como entre dos aguas diferentes: una ya muy fría en la que no sería bueno sumergirse y otra que aún está demasiado caliente como para entrar sin miedo a quemarme. Debe ser algo normal, creo.

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El verano y las vacaciones están por terminar. Mis "ahorros" se escapan como el agua de las manos. Urge que empiece a trabajar, pero al mismo tiempo debo producir ideas y obra, supongo que es sólo cuestión de retomar algunas cosas, pero me cuesta tanto trabajo. Prefiero dedicarme a leer, a salir y tomar fotos, ver películas, distraerme; es tan fácil no hacer nada. Sólo es cuestión de ponerme a trabajar y solitas aparecerán las cosas, lo sé. El problema es empezar.

miércoles, 16 de julio de 2008

Confesionario.

No puedo evitar el efecto aturdidor de esos ojos. Una mirada hipnotizante..., una sensación de mareo; un todo sin parangón. Como nunca lo he sentido.

La semana pasada surgieron las primeras dudas y lo confese de manera poco clara, casi imperceptible. Pero de repente, sólo unos días más, y el asunto se agrava: De nuevo un temblor, una especie de escalofrío en el cuerpo y emociones en un pecho hirviente. La duda venía con más fuerza, pero ahora se trataba de algo diferente. V... lo dijo más claro: -"Una palabrita que anda rondando por ahí..."

Sigue siendo extraño, pero emocionante; asusta, pero gusta. Siguen siendo demasiadas coincidencias, excepto por el brócoli.

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Admito que a pesar de ya haber concluido una carrera universitaria, no había leído (hasta ahora) El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz.
Recuerdo que la primera vez que sentí curiosidad por hacerlo, alguien me dijo que "aún no tenía la madurez necesaria para leerlo", y yo, de menso, me lo creí. Quién sabe si fue para bien o para mal, pero ahora que lo leo no lo encuentro nada difícil, sino más bien claro, conciso y directo. Una de las partes que más me han sorprendido del libro esta en el segundo capítulo:

El lenguaje popular refleja hasta que punto nos defendemos del exterior: el ideal de la "hombría" consiste en no "rajarse" nunca. Los que se "abren" son cobardes. Para nosotros, contrariamente a lo que ocurre con otros pueblos, abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse, "agacharse", pero no "rajarse", esto es , permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad. El "rajado" es de poco fiar, un traidor o un hombre de dudosa fidelidad, que cuenta los secretos y es incapaz de afrontar los peligros como se debe. Las mujeres son seres inferiores porque, al entregarse, se abren. Su inferioridad es constitucional y radica en su sexo, en su "rajada", herida que jamás cicatriza.

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Así como de la felicidad, tengo una teoría sobre la infidelidad.

Es del saber común, y bien comprobado está, que las mujeres, a diferencia de lo hombres, tienen la facultad de dirigir su atención hacia dos o más cosas al mismo tiempo. En mi opinión esta es la característica que mejor definiría a la infidelidad.

Con esto no quiero decir que por poseer esa capacidad todas las mujeres sean infieles, sino que puede llegar a facilitarlo en caso de serlo.
Por otro lado, los hombres que son infieles y se las dan de ser "muy machos", deben estar, contrario a sus creencias, más en contacto con su lado femenino para poder adoptar este tipo de conducta sin problema. Tener la capacidad de estar en más de un lugar al mismo tiempo es característica de esta gente.

miércoles, 9 de julio de 2008

Oaxaca.

En Oaxaca no hay perros en la calle.
En Oaxaca hay miles de colores.
En Oaxaca los semáforos hacen "pio, pio".
En Oaxaca los paisajes son pinturas de Velasco.
En Oaxaca hay 35 variedades de Mezcal.
En Oaxaca hay árboles de a mentis.
En Oaxaca la cantera es verde.
En Oaxaca se usa el mototaxi.
En Oaxaca el chocolate es más que rico.
En Oaxaca conoces el mezquite, el añil, el musgo de roca y la cochinilla.
En Oaxaca se escuchan canciones como: "Arrincónemela para arriba, arrincónemela para abajo"...
En Oaxaca el "Aprecien su vida, imbéciles", sustituye al clásico capitalino "Fíjate, pendejo."

miércoles, 2 de julio de 2008

Apenas llegando...

No tuvimos viaje de generación ni fiesta de graduación, así que unos cuantos quedamos en salir de viaje.
Eliza, Alicia y yo fuimos a Oaxaca. La ciudad nos recibió muy temprano, y recorrer la mitad de la ciudad en busca de hospedaje nos dió mil imágenes... (prometo fotos y comentarios en un próximo post.)

Aún puede sentirse la calma y quietud de una pequeña ciudad. La gente es tranquila, amable y amena. Pero aún quedan huellas aisladas, vestigios de los pasados enfrentamientos: graffitti y mantas aún a la vista por todas partes quizá puestos en tiempos más violentos. Pero el clima general de la ciudad se ve en calma; no hay movimientos, mitines o enfrentamientos ( no a la vista del turista, el periódico dice otra cosa).
Como si todo hubiera sido acallado; la revuelta civil, la protesta y el cambio, reprimidos. Ni siquiera las muestras del arte local dan seña de haber escuchado. Todo queda en medio de su cuento particular, ninguna referencia a lo social; la artesanía tiene mayor intensión. Recuerda eso de que " aquello de lo que no se habla, bien pudo nunca haber sucedido"...
como si a nadie se le permitiera hablar de eso: la inconformidad, la protesta, el cambio; vedados, tirados al olvido. ¿De nuevo la costumbre del desentendimiento político?
Y en el camino, un pequeño espectacular que dice "PRI, Oaxaca te escogió"...