martes, 30 de septiembre de 2008

No alcanza el tiempo...

... para trabajar
... para conversar
... para descansar
... para buscar
... para leer
... para sentir miedo
... para reír
... para escribir
... para relajarse
... para tener vida social
... para un buen baño
... para las fiestas
... para evitar a la gente
... para soñar
... para las juntas
... para las separadas
... para las pegaditas

Ah, pero como sobra el tiempo para desvariar...

sábado, 20 de septiembre de 2008

Aún no es hora de regresar.

Se siente como "un acto de injusticia". Si. Apenas empezaba el viaje y ya me mandan de regreso... ¿cuál es el problema?
No, por más que lo piense no me parece justo. Si, entiendo que en cierta forma faltó poner de mi parte, pero fue sólo a causa de que yo mismo me traicionaba, me frenaba...
Es tan sencillo tener el tiempo del mundo y la mitad de las responsabilidades; hacer, prácticamente, sólo lo deseado... Pero uno crece, se hace mayor con el tiempo. Ser adulto trae muchas cosas que de cierta manera "estorban": responsabilidades. Y como siempre ha dicho uno de mis maestros: "hay que cumplir en todas partes".
¿Cómo te repartes? ¿Cuál es la mejor manera de administrar el tiempo, de manera que alcance y sobre para todo? ¿Cómo librar la distancia y los escasos momentos que ésta deja? ¿Dónde estaría el balance perfecto?
Entiendo el requerimiento, o la demanda de más tiempo. A veces también lo deseo, he llegado a desearlo y, de la misma manera, sentirme inconforme; pero hay poco o nada que hacer. Esperar no es bueno, crea un grado mayor de decepción. Impide de facto la bonita idea de libertad.

Este es el momento en que sólo veo dos opciones: ponerme necio (como siempre), mostrar que se tiene interés y luchar (casi exigir) por una segunda oportunidad e intentar corregir... o vivir y dejar vivir, soltar amarras, dejar libre. Ninguna ofrece un camino totalmente seguro, conveniente, o menos triste.
Después de todo, el camino de regreso significa más o menos eso: tristeza y soledad.

Puedo hacer lo que sea, intentarlo al menos. Intento poner de mi parte, pero hay cosas que no se pueden detener cuando ya están en marcha...

Supongo que lo intentaré de todos modos: ponerme necio, pero no de inmediato.
Veamos qué pasa, al menos una vez.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Del amor y música ligera.

Un calorcito en el pecho. Una intención que se queda a medias porque no puedo decidir aún. Una sorpresa que me mueve y no me suelta. Implicaciones y consecuencias. Dudas, dudas y más dudas.

(He aquí un ligero cambio).

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Hace poco empezé atrabajar en un taller (¡por fin!). En el taller hay un viejo radio, y en él sólo he escuchado tres estaciones que yo no sintonizaría (¿se escribe así?): La Zeta, Sinfonola (creí que ya no existía), y Luz.
Esta última resultó ser de música cristiana. De verdad, música cristiana en el radio. Debe estar de moda, o ser un reciente descubrimiento por la gente del radio (si no, Yuri no habría visto desplomarse su carrera después de su conversión).
Y es que resulta terrible: todas las letras de sus canciones parecen insinuar, de una u otra forma, una especie de oscuras intenciones de tener "queveres" con diosito. Es perturbador. Y lo cantan al ritmo que les pongas. En la programación de dicha estación hay desde baladitas tipo Mijares o -inserte aquí el nombre de cualquier intérprete de trova-, rock, canciones pop como las de Belinda y hasta ska, si, ska. Lo peor es que algunos si cantan bastante bien.
Y si no me creen sintonizenle el 1590 AM.

Por eso, en esta edición (que parece será larguísima) presentamos un manual para que usted
Haga su propia canción cristiana

1. Tome la letra de su canción favorita.
2. Elimine las palabras más huecas, cursis y repetitivas.
3. Inserte convenientemente alguna de las palabras de la lista a continuación (o cualquier posible conjugación de las mismas).

Señor
alma
salvador
Jesús
gloria
cruz
paz
vida
espinas
compasión
Cristo
piedad
Santo
perdón
hermano
adorar
pecado
Amén
Dios

como en este ejemplo. Gracias Laura León (letra tomada de la canción Suavecito):

Voy a cantar Jesusito
(suavecito, Jesusito)
Para llegar a tus oídos
(Jesusito, suavecito)
Voy a gritar que te quiero
(Suavecito, Suavecito)
Porque si no estas me muero
(Jesusito, suavecito)

Cristo, cristo, Jesucristo!
Quiero llegar a tu corazón
Cristo, cristo, Jesucristo!
Para tener por siempre tu amor
Cristo, cristo, Jesucristo!
Quiero llegar a tu corazón
Cristo, cristo, Jesucristo!
Para tener por siempre tu amor

Voy a cantar Suavecito
(Jesusito, Jesusito)


¡Hágalo usted mismo!

lunes, 1 de septiembre de 2008

Celebraciones.

Me enteré que existe el Día Internacional del Blog y quise compartirlo (aunque no me quedó claro si es hoy o fue ayer).

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La violencia y la inseguridad en el país son los temas de moda. Desafortunadamente no es "algo que pasa allá lejos", sino que ocurre a todas horas y por todos lados.
La semana pasada, mientras había fiesta en casa de un amigo que vive a unas cuantas calles de aquí, forzaron y abrieron una de las puertas de su auto y extrajeron todo lo que estaba a la mano (libros de cocina incluidos). Un par de días después, al no estar él, irrumpen en su casa y se llevan más de sus cosas.
También durante la semana, se descubren varios cadáveres decapitados y ayer unos cuantos más.
Hoy, caminando tranquilamente por el zócalo, en medio de la tranquilidad de algunos eventos familiares que se coordinaban ahí, tres policías (no muy hábiles) perseguían a un tipo de aproximadamente veinte años que pasó corriendo a centímetros de mi; algo se había robado. Es una pena que muy probablemente la corrupción hizo de las suyas, dejándolo de nueva cuenta mesclarze con el resto de la gente.

México se está viniendo abajo desde el centro de la sociedad. Por más comerciales y carteles del gobierno federal que anuncian o prometen bienestar, la situación persiste. Cada vez le resulta más difícil al mexicano confiar en otro mexicano. La sociedad se vuelve en cierta forma "individualista". Como escribe Paz en su "Laberinto de la soledad", nos empezamos a exiliar en nosotros mismos, tratando que los demás no se acerquen mucho; con el miedo y la desconfianza como escudos impenetrables, nos evadimos, nos aislamos.